de matrioshkas, bolcheviques y putinistas

Este es un blog de crónicas de viaje y un poco más. Se cumplen 100 años de la revolución rusa y viajo por tercera vez al inmenso país euroasiático. No estoy del todo esclarecido acerca de si mi familia moscovita funciona como una excusa para estar allá este año o si es el acontecimiento la excusa para volver a visitar a mis primos y tíos. Pero aclaremos los tantos: estaré allá para la fecha de la revolución bolchevique. La revolución dentro de la revolución y lo de más luego, o como la quieran llamar.

Está claro que no es noviembre el mejor mes del año para visitar Rusia. El veranito de junio y julio es genial, en agosto empieza a enfriarse la cosa y ya para noviembre está para primera piel, polar, tapado y shapka, y recién están enfriando motores. Pero no se puede esperar que los acontecimientos importantes ocurran siempre en épocas favorables para explotar el turismo político: el año nuevo, ron, son y chancho de los cubanos e incluso las patas peronistas en la fuente de Plaza de Mayo, no se hicieron con especulaciones de este tipo. Rusia en esta oportunidad, por razones futbolísticas, presenta un dilema extraordinario: pero entre mundial 2018 y centenario de la revolución política más importante de la historia, opté por cagarme de frío.

Mi consigna fue clara y así se la transmití a mi primo: "El 6 del noviembre tenemos que tomar el Palacio de Invierno, sea como sea"... y arreglate, porque San Petesburgo, entonces Petrogrado, queda a unos 700 kilómetros al norte de Moscú. Mi primo alcanzó a decirme algo acerca de que ahora se llamaba Museo Hermitage... en fin, no creo que comprenda mi entusiasmo o más bien está previniéndome acerca de un nihilismo ruso reloaded y supercapitalista o algo así. El Hermitage, por cierto, volveré a verlo, y esta vez no con 13 años ansiosos de jugar, aunque tampoco sea hoy un amante del arte.

Aquí vamos a postear impresiones y crónicas de la Rusia y los rusos de 2017 y su relación con la revolución de hace un siglo. Mi primera pregunta será esa y sé que entonces me hablarán de Putin, la "dictadura" o del rusismo en el mundo porque así son mis conversaciones con mi primo y mi tío. Trataré de que sean comentarios breves, que les permitan a ustedes ir y venir para conocer un poco sobre la actualidad rusa y sobre los acontecimientos históricos de hace un siglo, que sin duda alguna, son la marca de agua de todo lo que sucedió en el corto siglo XX o como señaló García Linera:
“La revolución soviética de 1917 es el acontecimiento político mundial más importante del siglo XX, pues cambia la historia moderna de los Estados, escinde en dos y a escala planetaria las ideas políticas dominantes, transforma los imaginarios sociales de los pueblos devolviéndoles su papel de sujetos de la historia, innova los escenarios de guerra e introduce la idea de otra opción (mundo) posible en el curso de la humanidad”.
Falta mucho todavía, no esperen ansiosos el nuevo post, pero ya empezamos a calentar motores. Ah, por cierto, sobre el título de este blog, es necesario marcar la cancha. Comenzaría al estilo RAE. "Mamushka": dícese de muñeca de madera de origen ruso cuya originalidad consiste en ser hueca y poder albergar así una serie de muñecas menores en su interior. Todo bien, menos el nombre. No evito disgustarme con la empresa de chocolates barilochenses por difundir el uso de este término, pero hasta esta casa dulcera es víctima de la tergiversación de los usos idiomáticos.

Me inclinaría a pensar que el error surge al menos en nuestro país de extender indebidamente la buena fonética de la palabra rusa para decir abuela: "bábushka" (ба́бушка), que suena hermoso, aunque no lo usaba mucho con mi abuela, a quien incluso prefería decir "abu" antes que "baba". A lo que íbamos, "mamá" no es "mamúshka" ni "mámushka" ni nada por el estilo. La verdad, para sorpresa de los lectores españoles, es que la muñequita, con gran adaptación estético-político-turística, como vemos, se llama "matrioshka" (матрёшка). Simbólicamente, en la "matrioshka" confluyen la "gran madre" campesina, corpulenta, de origen eslavo; el respeto de la figura que le otorga el origen latin de la palabra; y, religiosamente, la mártir cristiana Matriona de Tesalónica, que vivió en el siglo III y que fue declarada santa por católicos y ortodoxos.

En fin, "mamushka", los chocolates...

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